4 Ideas Radicales de Murray Rothbard que Desafiarán tu Visión del Mundo





Introducción: Desmontando lo que Creíamos Saber

Las narrativas que sostienen nuestro orden político y económico —sobre la naturaleza del liberalismo, el propósito de la Revolución Americana o la benevolencia del estado de bienestar— son construcciones frágiles que se desmoronan bajo un escrutinio riguroso. Muchas de las verdades que damos por sentadas sobre la sociedad tienen una historia y una lógica completamente diferentes a las que nos enseñaron, ocultando realidades más complejas y, a menudo, contradictorias.

Este ensayo explorará cuatro ideas contraintuitivas y sorprendentes extraídas de los escritos del pensador libertario Murray Rothbard. No están diseñadas para ofrecer respuestas fáciles, sino para provocar una reflexión profunda y desafiar la visión del mundo que hemos aceptado como incuestionable.

1. Los "Liberales" Originales Eran los Verdaderos Radicales (y no se Parecen en Nada a los Actuales)

El "liberalismo clásico" de los siglos XVII y XVIII fue, en su esencia, un movimiento revolucionario. Su objetivo no era reformar, sino desmantelar el "Antiguo Régimen" que había dominado Europa durante siglos. Este sistema no era una abstracción; era "la alianza del nuevo Estado burocrático, belicoso y centralizado, con comerciantes privilegiados". Se caracterizaba por monarquías absolutas, controles económicos asfixiantes, altos impuestos y monopolios garantizados por la Corona. Era una tradición filosófica profunda, con raíces en los Levelers de la Revolución Inglesa, el pensamiento de John Locke y los "Verdaderos Whigs" del siglo XVIII.

Las metas de estos liberales originales eran inequívocas: buscaban la libertad individual en todos sus aspectos. Abogaban por impuestos drásticamente bajos, libre comercio, paz entre las naciones y, fundamentalmente, la "separación del Estado prácticamente de todo". La ironía histórica es que, a finales del siglo XIX, los defensores de un Estado grande y centralizado, como Bismarck en Alemania, se apropiaron de las etiquetas "liberal" y "progresista" para promover sus propias agendas estatistas. Con el tiempo, lograron que sus oponentes, los defensores del laissez-faire, fueran vistos como "conservadores" o "reaccionarios", invirtiendo por completo el significado original del término.

El objetivo de los liberales clásicos fue recuperar la libertad individual en todos sus aspectos. En la economía, se redujeron drásticamente los impuestos, se eliminaron los controles y las regulaciones; la energía humana, la empresa y los mercados quedaron en libertad para crear y producir en intercambios que beneficiarían a todos [...]. La libertad personal y la libertad civil quedarían garantizadas contra las depredaciones y la tiranía del rey o sus elegidos.

2. La Revolución Americana no Fue Solo por Impuestos: Fue una Rebelión Contra el Poder Mismo

Reducir la Revolución Americana a una simple revuelta fiscal es pasar por alto su núcleo ideológico. Fue, en realidad, un movimiento impulsado por un "libertarianismo radical transformador". Inspirados por pensadores como John Locke y, de forma más directa, por los ensayistas John Trenchard y Thomas Gordon en sus Cartas de Cato, los revolucionarios veían la historia como un conflicto irreprimible entre dos fuerzas personificadas: el Poder y la Libertad.

En esta cosmovisión, el Poder (el gobierno) siempre tiende, por naturaleza, a expandirse a costa de la Libertad (los derechos individuales). Su logro fue, por tanto, verdaderamente revolucionario: por primera vez en la historia moderna, se crearon gobiernos con limitaciones explícitas y severas a su autoridad. Instrumentos como las declaraciones de derechos, la división de poderes y una profunda desconfianza hacia los ejércitos permanentes y el poder ejecutivo no fueron detalles menores, sino el corazón de un proyecto diseñado para mantener al Poder permanentemente bajo control.

El primero es la creencia de que el poder es malo, quizás una necesidad, pero una mala necesidad; que es infinitamente corruptor; y que debe ser controlado, limitado, restringido de todas las maneras compatibles con un mínimo de orden civil. Las constituciones escritas, la división de poderes, las declaraciones de derechos, las limitaciones sobre los Ejecutivos, las legislaturas y las cortes, las restricciones al derecho de coerción y de declaración de guerra, todas estas medidas expresan la profunda desconfianza hacia el poder que yace en el corazón ideológico de la Revolución Estadounidense y que se ha man­tenido entre nosotros como un legado desde entonces.

3. El Estado de Bienestar Podría Estar Perjudicando a Quienes Dice Ayudar

Una de las ideas más contraintuitivas de Rothbard es que el sistema de asistencia social, a pesar de sus intenciones, puede ser más perjudicial que beneficioso para los pobres. El argumento central es que el número de beneficiarios no es un factor externo, sino que responde a incentivos, lo que los economistas llaman una "función positiva de la oferta". La analogía es simple: si el gobierno ofreciera un bono de 10.000 dólares a todos los trabajadores de fábricas de zapatos, la oferta de trabajadores en esa industria se multiplicaría. De igual manera, a medida que los beneficios de la asistencia aumentan (pagos más altos, requisitos más laxos) y los desincentivos disminuyen, más personas optarán racionalmente por ella en lugar del trabajo, especialmente en empleos de bajos salarios.

Este efecto se ve agravado por un cambio sociológico crucial: la desaparición del "estigma" que antes se asociaba a vivir de la caridad pública. El rol del asistente social ha mutado, pasando de ayudar a las personas a ser autosuficientes a animarlas a inscribirse en las nóminas del Estado. A esto se suma, como analizó el sociólogo Edward Banfield, una diferencia cultural clave: la pobreza a menudo está más determinada por una orientación hacia el presente (actitud de "clase baja") que por el nivel de ingresos. Un sistema que garantiza la subsistencia inmediata no hace más que reforzar esa mentalidad, desalentando la planificación a futuro y la disciplina ("clase alta") que sacan a las personas de la pobreza.

Lejos de ser una teoría abstracta, existen alternativas reales y funcionales. La Iglesia Mormona mantiene un exitoso sistema de bienestar privado basado en el principio de "ayudar a la gente a ayudarse a sí misma", fomentando la independencia y el trabajo. En Nueva York, la comunidad de albano-americanos, a pesar de tener ingresos muy bajos, no tiene un solo miembro en la asistencia pública. Su líder lo explica así: "Los albanos no mendigan, y para ellos, recibir beneficencia pública es como pedir limosna en la calle". Estos ejemplos demuestran que la dependencia no es inevitable, sino cultural.

Además, muchas políticas del "Estado Asistencialista" perjudican directamente a los pobres mientras benefician a grupos de interés más poderosos:

  • Leyes de salario mínimo: No garantizan empleo; solo prohíben, por fuerza de ley, que una persona sea contratada por el salario que el empleador está dispuesto a pagar, creando desempleo entre los menos cualificados.
  • Subsidios agrícolas: Ayudan a los grandes terratenientes y encarecen los alimentos para los consumidores pobres.
  • Renovación urbana: Desplaza a los pobres de sus hogares para beneficiar a intereses inmobiliarios y grandes comercios.
  • Regulaciones: Crean barreras que protegen a las grandes empresas de la competencia, elevando precios y limitando las oportunidades para pequeños emprendedores.

Esta perspectiva sugiere que la verdadera ayuda no es más gasto gubernamental, sino la eliminación de las barreras que el propio gobierno impone a la productividad y la autosuficiencia.

4. Las Calles y la Policía Podrían Ser Privadas... y Funcionar Mejor

Quizás la idea más radical es la privatización de servicios que consideramos inherentemente "públicos", como las calles y la seguridad. Rothbard argumenta que no solo es factible, sino que funcionaría de manera más eficiente y racional.

Pensemos en Times Square. Si una "Asociación de Comerciantes" fuera dueña del área, la seguridad no sería un costo, sino un motor de ganancias. La delincuencia aleja a los clientes y reduce los beneficios. Por tanto, la asociación tendría un incentivo económico directo para proveer una protección policial abundante y cordial. La buena seguridad se traduciría directamente en más clientes y mayores ingresos, un incentivo que la policía gubernamental, por su propia estructura, no posee.

El mismo principio se aplica a las rutas. El sistema actual subsidia activamente la congestión al no cobrar precios de mercado por el uso de las vías más demandadas. El resultado son atascos crónicos. Un propietario privado, en cambio, usaría un sistema de precios racional —como peajes más altos en horas pico— para eliminar la congestión, ya que un flujo de tráfico fluido maximiza sus ingresos. Esto no es una utopía; exitosas redes de caminos de peaje privados existieron en Inglaterra y Estados Unidos, demostrando ser superiores a la gestión gubernamental.

La objeción común es que un sistema así generaría caos. ¿Pero lo haría? El argumento más poderoso en contra de esta idea proviene de la historia: fueron los ferrocarriles privados, no el gobierno, quienes estandarizaron voluntariamente los husos horarios y el ancho de las vías en el siglo XIX. Lo hicieron no por mandato central, sino por puro interés propio, para poder interconectar sus redes y operar eficientemente. El orden, como demuestra la historia, puede surgir espontáneamente de la competencia y la cooperación en el mercado.

Conclusión: ¿Y si la Solución Fuera Menos Control?

El hilo conductor que une estas cuatro ideas es el eterno conflicto entre la coerción y la asociación voluntaria, entre el Poder y la Libertad. Rothbard nos obliga a cuestionar si las instituciones que hemos llegado a aceptar como necesarias y beneficiosas no son, en muchos casos, la fuente misma de los problemas que pretenden resolver, desde la corrupción del significado de "liberal" hasta la creación de una dependencia perpetua.

Si el gobierno es a menudo la causa de los problemas que se supone debe resolver, ¿qué otras soluciones, basadas en la libertad, hemos dejado de imaginar?

About Hora de Libertad

es un magazine generalista de ideas que se erige como una trinchera intelectual en la Batalla Cultural, reconociendo la centralidad que ha adquirido la cultura en la política contemporánea. Nuestro propósito es la reivindicación incondicional de los valores fundamentales de la libertad individual y económica, basándonos en la ética de que cada ser humano es un fin en sí mismo. Defendemos el capitalismo de laissez-faire como el único sistema ético compatible con la libertad individual, que además genera la mayor prosperidad. Sostenemos que el respeto a la libertad de todos los individuos, quienes se relacionan y cooperan de forma voluntaria y no impuesta, debe ser defendido prioritariamente en términos morales, no meramente prácticos. Nos posicionamos firmemente en contra de toda forma de colectivismo, identitarismo, y cualquier tipo de opresión que coaccione las libertades personales y civiles. Adoptamos el Axioma de No-Agresión como principio central de nuestro credo, oponiéndonos al inicio del uso o amenaza de violencia física contra la persona o la propiedad de otro. En este contexto, consideramos que el Estado es el agresor supremo, eterno y mejor organizado contra las personas y las propiedades del público. Nos oponemos a la violencia impositiva, al control gubernamental y a la esclavitud en gran escala que representa el servicio militar obligatorio. Además, rechazamos la noción de los "mal llamados derechos positivos" (como el derecho al trabajo o a la sanidad) que implican la obligación de otros individuos de sufragar esos gastos, lo que consideramos una destrucción de los derechos de propiedad y libertad de terceros. Nuestro magazine abordará múltiples ámbitos de la vida diaria –desde la economía y los derechos de propiedad hasta las libertades personales (como la libre expresión, la prensa, y la postura ante temas de moralidad sin víctimas)– aplicando una visión consistente de la libertad. Desde Colombia y con un enfoque en la realidad hispanoamericana, buscaremos visibilizar los desafíos que impone el globalismo como un orden político que traslada la soberanía de las naciones a entidades supranacionales, promoviendo un nuevo orden uniformizador y posnacional. Nuestra labor es velar por la libertad siempre en peligro y desenmascarar las narrativas hegemónicas que buscan moldear la mente pública. Proveeremos la teoría y el debate necesarios para que la causa de la libertad no muera estéril, y para que se logre una articulación de fuerzas libertarias no progresistas, conservadoras y patriotas, delineando un nuevo "nosotros" político.

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